Por Gerardo Vega y Alfredo Popritkin
La sociedad argentina concurrió a las urnas, y por mayoría de votos eligió un gobernante; las razones que impulsaron ese voto será tarea de sociólogos, pero, es un hecho, Argentina desde el 10 de diciembre de 1983 tiene un nuevo presidente. La primera semana llegó a su fin, las medidas son numerosas, y repercuten en todas las personas y los ámbitos del quehacer cotidiano. La incógnita aflora ¿Serán las correctas? Solo el tiempo tiene la repuesta. La intención, siguiendo el discurso presidencial, debe descontársela que se trata de hacer lo mejor.
La sociedad vive en la actualidad una esperanza y le ha otorgado al Gobierno, en una Argentina devastada, el único capital que posee, la credibilidad. Este capital el gobierno lo deberá cuidar con el máximo esmero, porque el resquebrajamiento, propiciará que los fantasmas del pasado que se trataron de alejar mediante ese voto, puedan volver, y, si algo no debe suceder en la Argentina, es interrumpir los procesos de restauración, la experiencia del último retorno demostró las consecuencias negativas que reportó para la sociedad, y, porque, además, cada periodo negativo, significará, que para la recuperación se requerirá más y más sacrificio.
Las impericias de las gobernanzas las paga la sociedad; cualquier expresión en contrario es un eufemismo. Por esa razón pregonamos, que se debe alentar esperanza; pero, también se debe estar alerta, aportar, porque los gobiernos pueden hacer, pero ese hacer será en beneficio de la sociedad, si la sociedad controla. ARISTOTELES decía “el ser humano, cuando alcanza su perfección es el mejor de los animales, así también, fuera de la ley y la justicia es el peor de todos”. HAMILTON, en el Federalista, sostuvo que “…los hombres son ambiciosos, vengativos y rapaces”. Estas apreciaciones ameritan agregar las expresiones de MONTESQUIEU sobre el control al ejercicio del poder “Uno solo, sin ley y sin regla, conduce todo por su voluntad y su capricho” e indica como premisa “todo hombre que tiene poder siente la inclinación de abusar, yendo hasta donde encuentra límites”.
Estas expresiones muestran la necesidad del control, ahora cabe preguntarse ¿Alcanzan los esquemas de control político previstos por la Constitución? Sin duda, la experiencia ha demostrado que no han tenido la eficiencia deseada por los constituyentes, las razones son varias.
Por lo tanto, las citas y la experiencia que ha tenido la sociedad argentina, lleva a que ha llegado quizás la “hora de la sociedad”, que la sociedad despierte, se ocupe y se preocupe, por cada acto de gobierno. Por lo menos hasta que se logre que las instituciones funcionen adecuadamente.
Los actos, las acciones y hasta las omisiones gubernamentales, deben ser razonables, reflejar la realidad, respetar la progresividad humanista, impulsar políticas activas de desarrollo económico humanista sustentable y sostenible, respetar la ley y las instituciones; porque cuando Argentina transitó el camino de progreso guiada por estos conceptos llegó a ubicarse privilegiadamente en el concierto de las naciones, era una potencia económica, era tierra prometida para todos aquellos que quisieron venir a habitar el suelo argentino, era un faro de cultura y educación.
Esta última apreciación seguramente es el deseo de todos aquellos argentinos bienintencionados; sin embargo, las dificultades que se afrontan son numerosas, la restauración será larga, será ladrillo a ladrillo, mojada por la traspiración del sacrificio, y siempre, bajo la amenaza de aquellos que, perdieron o perderán sus privilegios, también, es cierto, está el riesgo que representan los lobos que se han puesto “piel de oveja” y subyacen al acecho o se tratan de infiltrar como siempre ha sucedido en gobiernos que tienen por meta el orden y la ley.
Estas realidades no se pueden ocultar, el gobierno entrante lo sabe, quizás este próximo las primeras pruebas serias, por ahora solo se escuchan o leen comentarios críticos apocalípticos.
La descripción lleva a bregar y difundir la importancia que tiene la sociedad y la mayoría compuesta por los integrantes que, han escrito el “nunca más”, a los desvaríos insensatos, a las apropiaciones indebidas, a las detracciones de fondos, obrares estos, que más allá de su eventual ilegalidad, provocaron agravios a derechos esenciales de las personas, como salud, alimentación, seguridad, educación.
La realidad argentina marca que la sociedad debe consustanciarse que existen temas graves y trascedente socialmente, pero, y quizás, por las consecuencias, tenga mayor gravedad, temas menores, y no tan trascendente socialmente, pero, que afectan más a las personas, incluso provocándole daños o perjuicios irreparables, la falta de luz para un vulnerable, por caso, el adulto mayor, puede ponerle fin a su vida. Esas realidades en la Argentina, y en las gobernanzas anteriores, no ha sido prioridad.
La sociedad hoy debe ocuparse y preocuparse. El orden jurídico y la jurisprudencia la dotaron de los medios para poder hacerlo, ya hubo acontecimientos, donde la ciudadanía, individual, o mediante ONG, actuó y alcanzó resultados exitosos, porque las normativas o acciones de gubernamentales fueron modificadas por la sociedad.
Este ideario se inscribe en el lema “dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”, porque las aplicaciones sesgada u oblicua de la ley provocaron numerosos desvíos o retardos, y han significado para las sociedades, no solo soportar los perjuicios de esos inadecuados reprochables y hasta ilegales obrares (así lo indican los fallos de la justicia); sino hoy, están sujeto al costo de la reparación o restauración que aquellos daños y perjuicios provocaron.
La sociedad no debe distraerse, debe estar atenta, es cierto, las urgencias del quehacer diario y el estado de la crisis no facilita las acciones que muchas personas quisieran realizar, pero, la realidad actual de la sociedad muestra el surgimiento de las ONG, y estas deben presentarse a la sociedad, y difundir que son receptoras de esas acciones, que tiendan a la restauración o reparación.
Las ONG, por la calidad cognoscitiva y humana de los integrantes, en particular, cuando actúan efectivamente en nombre de los intereses legítimos de la sociedad, son el medio conducente y más adecuado para expresarse los ciudadanos, que por si no pueden hacerlo.
La importancia de este accionar es una consecuencia, que la Argentina, por la complejidad de la crisis que atraviesa, existe riesgo de la gobernanza actual a cometer error, incluso y pese a mostrar transparencia; las mayorías de las medidas no son de aplicación inmediata, lo cual posibilita a las ONG estudiarla, y si se detectaran deficiencias, es su obligación señalar las mismas para su corrección.
Este accionar correctivos constructivos tiene varias consecuencias, uno, evitar aplicar normas equivocas y sus efectos negativos; otro, la sociedad contrae la obligación de participar efectivamente en la restauración nacional; tercero, asumir el rol que significa la responsabilidad solidaria social; cuarto, afirmar la seguridad jurídica, porque las normas que se aplican no ocasionarán agravios, darán certeza y serán legítimas; y finalmente, el gobierno preservará ese bien tan preciado que es la credibilidad.
La Argentina está frente al desafío que es su restauración; el gobierno podrá hacer mucho o poco, pero, seguramente hará mucho si cuenta con la colaboración de la sociedad y de sus integrantes; el gobierno está sujeto a riesgo de quienes detestan el triunfo de la democracia y la República, porque saben que en la sociedad surge con fuerza un nuevo “nunca más”. Por ello, todos los argentinos bienintencionados y las ONG, tienen la obligación, ineludible y ahora, de asumir el deber de colaborar, de aportar, la Argentina será lo que todo queremos, si cada uno desde su lugar aporta su grano de arena.
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