El perito Roberto Jorge Locles fue procesado por haber dañado
el proyectil que mató a Mariano Ferreyra al golpearlo sobre una mesa durante
una junta de expertos balísticos convocados en la causa en la que se investiga
el homicidio.
Locles había sido contratado por uno de los acusados de la
Unión Ferroviaria (UF) que formaron parte de la patota que atacó a trabajadores
tercerizados del ferrocarril Roca y las organizaciones que apoyaban su
protesta, entre quienes estaba el joven militante del Partido Obrero (PO).
Según la resolución tuvo una “actitud absolutamente artera y
dirigida a dañar el proyectil”.
Aunque había sido apartado de la causa del homicidio, Locles
obtuvo primero una falta de mérito. Pero para corroborar sus afirmaciones el
juez Baños encargó un estudio específico de la bala, cuyos resultados derivaron
en el procesamiento, con un embargo de 20 mil pesos. Las conclusiones fueron
que “el proyectil es de plomo desnudo o material blando y por ende factible de
sufrir deformaciones cuando se lo impacta sobre superficies duras”; “carece de
antimonio, lo cual lo hace aún más blando”; “luego de haber sido manipulado”
por Locles “sufrió deformaciones leves”; “el arte del buen perito” incluye el
deber de “adoptar todos los recaudos para preservar la integridad del elemento
de juicio”. Según el juez, si el tribunal que hará el juicio oral designara
nuevos peritos, encontrarán una bala distinta, sin “las mismas características”
de cuando fue incautada.
“Lo mire por donde se lo mire”, dice la resolución, “el
licenciado Roberto Jorge Locles inutilizó o cuanto menos alteró un objeto de
prueba”, un delito que prevé hasta cuatro años de prisión. Su “actitud”,
afirma, fue “atera y dirigida” “en cuanto a dañar el proyectil en la zona en la
que se encontraba marcado y era motivo de controversia”.
“Con una dilatada trayectoria profesional conoce de sobra el modo en que un perito debe comportarse” y “no pudo haberle siquiera pasado inadvertido –advirtió Baños– que si ejercía la maniobra de la que todos lo acusan (los demás peritos) y que él mismo reconoce haber efectuado, iba a provocar alteraciones del material”.
El episodio de la bala ocurrió el 22 de febrero de 2011, el
mismo día que fue detenido el líder de la UF, José Pedraza, por instigar el
asesinato. En la reunión había dos peritos de Gendarmería, cuatro de la Policía
Federal y dos de la querella de Beatriz Rial, la mamá de Mariano, representada
por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS).
La resolución del juez Baños, del 4 de abril, cuenta que los
peritos testigos declararon que Locles tomó la bala, la golpeó varias veces y
la deslizó sobre una mesa para demostrar su teoría del rebote.
Alarmados, lo frenaron y labraron un acta que afirma que el
proyectil había sufrido un “aplastamiento”, que además estaba ubicado justo en
la zona que ya tenía una pequeña abolladura que había originado la discusión
entre los especialistas sobre si había tocado alguna superficie dura o una
costilla.
Locles había sido nombrado por la defensa del picaboletos
Guillermo Uño, quien no está acusado de disparar sino de haber intervenido en
la recolección de las armas para su ocultamiento. Igual encarnaba el interés de
los detenidos de la UF.
Lo que Locles quería demostrar era que el proyectil había
rebotado en el suelo antes de impactar en el cuerpo de Mariano, o sea que no
había sido un disparo directo, argumento al que apuestan los abogados
defensores con la expectativa de atenuar el delito, y que se considere un
homicidio culposo, no intencional.
El CELS siempre planteó que aun si hubo rebote, otros
elementos llevan a pensar que la patota tiró a matar. De hecho, otras tres
personas recibieron balazos de plomo, y una de ellas, Elsa Rodríguez, en la
cabeza. “Lo importante en este caso, según se desprende de la decisión del juez
Baños, es que había un perito contratado para entorpecer la investigación, lo
mismo que intentó la UF a través de presuntos sobornos en la Cámara de
Casación, por lo que hay otra causa abierta”, dijo el abogado del CELS
Maximiliano Medina.
Cuando fue indagado, Locles relató que al llegar a la junta
otros peritos le dijeron: “vamos a poner que fue un tiro directo”. Describió
que lo trataban de “loco” y por los nervios le subió la presión. Afirmó que no
sabía que la bala que había tomado era la que había sido extraída del cuerpo de
Mariano, ni preguntó. Negó intención de dañar la bala, pero acotó que tampoco
hubiera podido por ser de “plomo y antimonio”.
Fuente: Irina Hauser de Pagina12
Fuente: Irina Hauser de Pagina12